Que tema … el amamantamiento es algo muy personal y que está lleno de mística. Desde que somos pequeñas vemos a mujeres dando teta, jugamos con nuestras muñecas a hacer lo mismo, nos enseñan que es algo hermoso, fundamental para el desarrollo psicológico y biológico de los niños.
Y todo esto es verdad, pero el saberlo también no llena de responsabilidad. Apenas nace nuestro pequeño lo ponemos ante la teta (cosa que está muy bien) pero no siempre prende. La leche, muchas veces, tarda en bajar (más cuando el parto fue por cesárea). Y todo esto puede generar un sentimiento de culpa muy grande: “POR QUÉ NO TENGO LECHE?” Nos preguntamos. “¿SERÁ QUE NO PODRÉ AMAMANTAR?” Nos morimos de la culpa.
El primer mes es mortal. El bebé y nosotros nos estamos adaptando a esto de dar y tomar leche materna.
En mi caso, mi beba nació en verano. Se imaginarán que andaba casi desnuda todo el día, por lo menos del torso para arriba. La leche que chorreaba, las dos nos moríamos de calor. Todo el romanticismo que me habían enseñado y con el cual había soñado faltaba con aviso. Lo reconozco, al principio amamantar no me gustaba para nada. De todas formas entendía que era lo mejor y con fuerza de voluntad lo mantuve, pero no veía la hora que la gorda cumpliera 6 meses para empezar a darle comida y una buena mema. ¿Nunca se sintieron una “vaca lechera”? Tal cual. Hasta llegue a soñar con vacas y todo.
Quiero que sepan que esto es normal y está muy bueno poder conversarlo con otras madres. No todas las mujeres vivimos la lactancia con música de fondo y rosas a nuestro alrededor. A algunas nos cuesta.
Pero también quiero que sepan que aprendí a quererlo. Los primeros tres meses fueron de adaptación. Las mamas se hinchan, chorrean, salen estrías etc. Luego nos adaptamos mutuamente. Ahora es algo muy personal y único. Nadie más puede darle teta. Está bueno que te espere cuando salís. En la noche te busca. Se duerme en tus brazos con sus pequeñas manos mimándote. Se sonríe cuando está satisfecha, como agradeciendo.
En conclusión, creo que vale la pena. Y ahora sólo espero poder seguir amamantando hasta por lo menos el año. Quizás cuando llegue al año me ponga una nueva meta, ya les contaré.
Y todo esto es verdad, pero el saberlo también no llena de responsabilidad. Apenas nace nuestro pequeño lo ponemos ante la teta (cosa que está muy bien) pero no siempre prende. La leche, muchas veces, tarda en bajar (más cuando el parto fue por cesárea). Y todo esto puede generar un sentimiento de culpa muy grande: “POR QUÉ NO TENGO LECHE?” Nos preguntamos. “¿SERÁ QUE NO PODRÉ AMAMANTAR?” Nos morimos de la culpa.
El primer mes es mortal. El bebé y nosotros nos estamos adaptando a esto de dar y tomar leche materna.
En mi caso, mi beba nació en verano. Se imaginarán que andaba casi desnuda todo el día, por lo menos del torso para arriba. La leche que chorreaba, las dos nos moríamos de calor. Todo el romanticismo que me habían enseñado y con el cual había soñado faltaba con aviso. Lo reconozco, al principio amamantar no me gustaba para nada. De todas formas entendía que era lo mejor y con fuerza de voluntad lo mantuve, pero no veía la hora que la gorda cumpliera 6 meses para empezar a darle comida y una buena mema. ¿Nunca se sintieron una “vaca lechera”? Tal cual. Hasta llegue a soñar con vacas y todo.
Quiero que sepan que esto es normal y está muy bueno poder conversarlo con otras madres. No todas las mujeres vivimos la lactancia con música de fondo y rosas a nuestro alrededor. A algunas nos cuesta.
Pero también quiero que sepan que aprendí a quererlo. Los primeros tres meses fueron de adaptación. Las mamas se hinchan, chorrean, salen estrías etc. Luego nos adaptamos mutuamente. Ahora es algo muy personal y único. Nadie más puede darle teta. Está bueno que te espere cuando salís. En la noche te busca. Se duerme en tus brazos con sus pequeñas manos mimándote. Se sonríe cuando está satisfecha, como agradeciendo.
En conclusión, creo que vale la pena. Y ahora sólo espero poder seguir amamantando hasta por lo menos el año. Quizás cuando llegue al año me ponga una nueva meta, ya les contaré.
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